30 diciembre 2010

Hugh Laurie: "Soy bastante oscuro y amargo, como House"

Entrevista El protagonista de “Dr. House” El actor británico analiza su particular personaje, y habla de Juan José Campanella, quien lo dirigió en varios capítulos.

19.11.2010 | Por Silvia Maestrutti. Los Angeles. Especial Para Clarín

No usa bastón como su famoso personaje, el excéntrico doctor Gregory House, pero salvando ese detalle, que no es menor, se le parece bastante. Como si le hubieran escrito esos parlamentos tan inteligentes a medida. A Hugh Laurie le precede la fama de que siempre acude a las entrevistas vestido con una remera azul de cuello polo y esta vez no va a ser la excepción. Blue jeans, zapatillas blancas, barba crecida de varios días, ojos azules inquisidores, 51 años bien llevados, pide con amabilidad permiso para comer unas medialunas en el medio de la nota, en un día de prensa de los pocos que realiza anualmente, en una sala de reuniones de un hotel céntrico.

“Juan Campanella es un caballero, es un deleite trabajar con él”, le comenta a Clarín sobre el realizador argentino que estaba dirigiendo un episodio de Dr. House cuando se enteró de la nominación al Oscar por El secreto de sus ojos . “El problema es que ahora que lo ganó seguro le van a ofrecer hacer películas y no va a poder dirigirnos más. Aunque quizás logremos tentarlo. Un guión nuestro es mil veces mejor que muchos guiones patéticos de películas que andan dando vueltas por Hollywood”, se envalentona. “Y ojo, que no me arrepiento de decirlo así, con todas las letras”.

Casado con una administradora teatral, tiene 3 hijos de entre 16 y 21 años. Va y viene a Londres, aunque por el momento no le queda otra que llamar hogar a la ciudad de Los Angeles, donde graba la serie que lo ha hecho inmensamente popular. Da la impresión de que sigue siendo el mismo tipo de siempre, muy agudo, dueño de un humor cáustico, o quizás se haya metamorfoseado con el misántropo doctor que interpreta, una especie de Sherlock Holmes de la medicina, tan adicto al mal humor como a los calmantes Vicodin.

A la altura de la séptima temporada de la serie más vista en el mundo, el actor británico asegura que todavía se pone un poco nervioso cuando hacen algunos cambios en el programa. “Pero tener nervios es muy bueno. Si no estás nervioso no estás haciendo las cosas correctamente”, argumenta.

¿Cómo se lleva con las entrevistas?

Ser entrevistado es algo muy peculiar y para nada natural. No me gusta ser entrevistado constantemente, aunque hago lo mejor. Me acuerdo de la primera rueda de prensa que tuve, por la película Stuart Little . Hice 83 entrevistas en un día y al final entendí por qué la gente confiesa crímenes que no cometió. Me hicieron las mismas preguntas durante 9 horas. Terminé diciendo “sí, tienen razón, los maté a todos”.

Su personaje es un hombre difícil. ¿Aprendió a quererlo?

House es un personaje que me gusta mucho. Sé que no es un buen hombre todo el tiempo, y de hecho a veces me enoja. Pero no deja de gustarme por eso. Es un hombre que bendice sus habilidades intelectuales y cuando lo llevan a un lugar donde está desnudo intelectualmente, no tiene defensas. Pero en líneas generales lo encuentro inmensamente divertido, no sólo es rápido verbalmente, también tiene una oscuridad que me apetece porque yo soy bastante oscuro y amargo, como House.

¿Cuál es la principal debilidad del doctor Gregory House?

El sexo es importante para él, es un hombre. Pero su capacidad para la cercanía emocional es limitada. El cree que porque nunca confió en nadie, no le pueden hacer nada. No confiar en nadie por miedo a ser herido, esa es su mayor debilidad. Tampoco es algo que va a analizar mucho. Es un hombre valiente en general, pero no tiene el coraje de abrirse a otra persona.

En esta temporada va a explorar una relación sentimental con su jefa, la doctora Cuddy (Lisa Edelstein). ¿Cree que va a salir ileso de ahí?

Leí que la mitad de los matrimonios se originan en el lugar de trabajo y eso, por supuesto, afecta el trabajo en sí y a sus colegas. Se hace difícil tener la misma relación profesional cuando estás compartiendo el cepillo de dientes. Por otro lado, a House esto lo obliga a abrirse más: a los 51 años se tiene que convertir en una buena figura paterna para la criatura adoptada por ella. Y la mayor parte del tiempo fracasa. Está dando pequeños pasos y no todos son exitosos. Pero los guiones están divinamente escritos, confío en que ésta será otra gran temporada.

Se estrenó como director en un episodio. ¿Puede ahora entender mejor el trabajo de Campanella?

Lo que Campanella hace es increíble, tiene una manera muy gentil de controlar el caos que a veces se instala en el set. Todos los directores están bajo presión, pero él siempre mantiene la calma y su buena predisposición. Es un placer trabajar con él. Y se aprende. A mí me resultó mucho más difícil dirigir.

¿Hay “Dr. House” para rato?

A veces me canso de levantarme a las 4 de la mañana. Pero mientras el público quiera, seguiremos adelante. Espero que el final sea digno y que no nos desesperemos y hagamos cosas estúpidas. Trato de imaginar a otros actores en este rol, a Kiefer Sutherland (el protagonista de 24 ), yo lo vería. Les dije de entrada a los productores que deberían haberle puesto un nombre genérico a la serie, porque ahora están atados a mi personaje y a mí. Pero por ahora estoy cómodo. No me quejo.

Nació en Oxford, estudió en Cambridge. ¿Cómo lo trata Los Angeles?

Nunca pensé que la serie iba a durar tanto cuando viajé la primera vez. Por eso los primeros meses me instalé en Hotel Chateau Marmont. Pero la verdad es que trabajo 14 horas por día, no tengo ni tiempo de ver la luz del sol. No voy a la playa, no hago surf, no conozco mucho de Los Angeles. Lo único que hago como hobby es tocar con una banda de rock. Los siete años se me pasaron volando.

¿Le sorprende la fama?

Me sorprende que la gente por la calle constantemente me quiera levantar el ánimo, me gritan “¡ey, vamos, arriba!”, deben pensar que soy mi personaje. No sé bien qué será, creo que tiene que ver con mi cara. Traté varios remedios, el vodka por ejemplo, pero el efecto no dura mucho tiempo. Soy como soy. Ya lo acepté.


http://www.clarin.com/espectaculos/television-y-radio/Hugh-Laurie-bastante-oscuro-House_0_374962556.html


27 diciembre 2010

Momento REAL.

En el momento, no me doy cuenta... Las cosas surgen solas, sin necesidad de forzar nada, sin necesidad de pensar demasiado. Todo es maravillosamente espontáneo.

Sin embargo, cuando el momento pasa y en mi cabeza se lleva a cabo una reflexión, no puedo dejar de meditar en lo increíble de la situación. Son demasiadas cosas buenas juntas, y eso me asombra, por supuesto, porque hasta hace poco no lo creía posible. Quizás en la ficción, pero no en la realidad... Como me dijo una amiga con toda la razón: "te levanta el espíritu".


Se trata de un gran alivio ver tal demostración de interés y confianza.

20 diciembre 2010

Dejar ir.

Por primera vez luego de mucho, pero mucho tiempo, siento que soy capaz de desprenderme de aquello que me ha mantenido ilusionada en secreto durante tantos años.

¡Bien por eso!
La gente hipócrita y caradura no me enoja, me produce IRA.


19 diciembre 2010

Sentir.

La mayor declaración de amor es la que no se hace;
el hombre que siente mucho, habla poco.

PLATÓN.

17 diciembre 2010

Tu Secreto Navideño


Escribi en un papel:
Querido santa:Estaria groso que adelantaras el regalo y me hagas aprobar fisica quimica.Dale gordo,ponete las pilas y de paso me traes el libro de harry poter.Tambien un poco de suerte y no vendrian mal unos pesos.
PD:Apurate boludo!
Lo puse en una ramita del arbol de navidad.Si mi mama lo lee me interna :/


JAJAJAJAJAJAJAJAJ, ME CAGUÉ DE RISA XDDD

16 diciembre 2010

Un poco de sabiduría.

"Son nuestras elecciones las que muestran lo que somos, mucho más que nuestras habilidades."
Albus Dumbledore.

Es increíble como esa frase logró llamarme hace ya tantos años poderosamente la atención.

15 diciembre 2010

Te digo mas...



Cuento de Navidad del inolvidable Negro Fontanarrosa.

Te conté la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel? Es mundial la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel.

Casi se convierte en otra víctima del imperialismo salvaje el pobre Gordo. Del colonialismo, por decirlo de otra manera. Porque, decime vos, qué carajo tiene que ver con nosotros y con nuestras costumbres el Papá Noel. ¿Quién le dio chapa al Papá Noel? Un tipo vestido para la nieve, abrigado como para ir a la Antártida, en un trineo tirado por renos. ¡Renos, mi querido! ¿Cuándo mierda hemos visto un reno nosotros? ¿Alguna vez te fuiste a Buenos Aires en auto y viste al costado del camino un reno morfando pasto debajo de un árbol?

Pero el pobre Gordo casi la palma con esa historia... ¿No te conté la del Gordo Luis? Porque se la cuento a todos. Fue hace como quince años. El Gordo estaba en la lona total. Pero en la lona lona, no tenía un mango partido por la mitad, lo habían despedido de la proveeduría donde laburaba y lo ponías cabeza abajo y no le caía una moneda. Para colmo, se venían las fiestas y algo había que comprar para poner arriba de la mesa el 24 a la noche.

El Gordo tiene dos pibes que eran muy chiquitos en ese entonces y a esa edad a los pendejos no les vas a andar explicando el fato del FMI, la tecnología que reemplaza a los trabajadores y todas esas pelotudeces.

La cuestión es que empezó a buscar laburo, alguna changa, cualquier cosa, trabajar de lo que fuera. Primero empezó por su barrio, con los amigos y conocidos, ahí por Mendoza al fondo. Ya después entró a andar por cualquier lado para conseguir algo.

Y resulta que en el barrio Echesortu, una vieja que tenía una casa bastante grande de electrodomésticos le ofrece disfrazarse de Papá Noel y repartir caramelos a los chicos en la puerta para promocionar su negocio. Lo de siempre. Le tiraba unos mangos, por supuesto, que al Gordo le venían bastante bien. Y ahí fue el Luis, che.

Ahora, imaginate la escena, porque estamos hablando de Rosario, Capital de los Cereales, ubicada a orillas del anchuroso río Paraná.

El Gordo Luis, tenés que pensar en un tipo arriba de los cien kilos, fácil fácil debe andar por los 120, porque es alto, grandote, Luis.

Y te digo que resultaba perfecto para Papá Noel porque el Luis es más bueno que Lassie, nunca lo he visto enojado al Gordo, es un pan de Dios.

Pero tenés que tener en cuenta una cosa ineludible. Rosario... pleno verano... mediodía, un sol de la puta madre que lo reparió, algo así como 83 grados a la sombra, y ese gordo metido adentro de un traje de Papá Noel con una tela tipo felpa así de gruesa, así de gruesa no te miento, gorro, barba de algodón, bigotes, botas y guantes.

¡Guantes! Porque la vieja era una vieja hinchapelotas, conservadora, que quería que el Gordo se pareciera exactamente a Papá Noel y que se vistiera todo como correspondía, el pobre Gordo.

¿Viste que hay veces en que tipos hacen de Papá Noel pero sin guantes y hasta a veces sin barba, o pendejas jovencitas vestidas de colorado pero con polleritas cortonas, tipo minifaldas, y las gambas al aire así están más frescas?

Pero claro, el Gordo Luis era perfecto para hacer de Papá Noel y por eso se le ocurrió eso a esa vieja hija de puta. Porque lo vio al Gordo gordo y con esos cachetitos medio coloradones que tiene el tipo, el personaje, Santa Claus.

Hasta la voz media ronca tiene Luis... ¿viste que Papá Noel se ríe siempre con esa risa ronca? Jo, jo. Hasta eso tiene Luis, la voz ronca.

Jo, jo, jo... Pero vuelvo al tema. Doce del mediodía, pleno diciembre, un sol que rajaba la tierra, un calor infernal, los pajaritos que se caían muertos al piso por la canícula, se venían en baranda y se desnucaban contra la vereda... y el Gordo ahí, che, con el traje de lana gruesa, barba y bigote, sacudiendo una campana de papel maché o algo así y dándoles caramelos a los chicos que se juntaban para verlo.

A los quince minutos, a los quince minutos te juro, el traje del Gordo ya no era colorado... ¿viste que esos trajes son colorado medio clarito? Bueno, era violeta, violeta era, por la transpiración a chorros que largaba el Gordo. Pero no un pedazo, alguna zona del traje, no. Ni tampoco era solamente debajo de los brazos o arriba de la zapán que es donde uno transpira más, no.

Era todo, completo, íntegro. Al Gordo le corrían ríos de sudor sobre la piel, ríos, torrentes que le empapaban acá, acá, acá, las ingles, las pelotas, las pantorrillas, ríos que le inundaban las botas, por ejemplo. Me contaba después –porque todo esto me lo contó él mismo- que sentía las botas llenas de agua, como si las hubiera metido en un balde de agua caliente, le chapoteaban. Todo alrededor, no te miento, todo alrededor, en el piso, en un diámetro de ocho metros más o menos en torno al Gordo, parecía que habían baldeado. Toda la vereda mojada, de lo que chivaba el Gordo, se le saltaban los goterones de la cabeza, parecía las Aguas Danzantes el Gordo, imaginate.

Te digo que era ya un espectáculo grotesco, lamentable, pero Luis le seguía metiendo voluntad, le ponía ganas, caminaba de un lado al otro, se reía, llamaba a los chicos.
En eso, una vecina, una vieja de esas que nunca faltan, que están al reverendo pedo como bocina de avión, que vivía a unas dos puertas del negocio de electrodomésticos, sale a la puerta y lo ve al Gordo. O escuchó el griterío de los chicos y salió a ver que pasaba. Lo ve al Gordo y se apiada de él... ¿Viste? Esas viejas comedidas, bienintencionadas, chuecas, que caminan medio encorvadas, que les cuesta moverse pero que rompen las pelotas permanentemente, un cuete la vieja, una ladilla.

Se manda para adentro de nuevo la vieja, flaquita ¿viste? Bajita, canosa con un rodete y aparece al rato con una jarra así de grande, pero así de grande, con un líquido amarillento que parecía limonada, lleno de hielo. Transpiraba de fría la jarra. Y se la ofrece al Gordo, che.

El Gordo medio le dice que no, que no se hubiera molestado, que no puede desatender su trabajo pero, en definitiva, la acepta, lógicamente.

Además, los hijos de mil putas del negocio de electrodomésticos no le habían alcanzado ni un vaso de agua al Gordo. ¡Ni un vaso de agua siquiera! Después hablan de los norteamericanos.

Nosotros somos tan hijos de puta como ellos para explotar a la gente. Lo que pasaba también es que a esa hora había quedado un solo encargado en el negocio. La vieja que contrató a Luis tenía como cinco negocios por otras partes de la ciudad y andaba de recorrida; y el otro empleado que laburaba ahí se había quedado en el fondo del local, rascándose las bolas debajo del único ventilador de techo que tenían esos miserables.

La cuestión es que la vecina saca un banquito chiquito a la calle, lo deja al lado de la puerta de su casa, medio sobre el umbral para que no le diera el sol directo, le dice a Luis “Aquí se lo dejo”, y ahí se lo deja.

Cuando el Gordo pudo zafar un poco del pendejerío, te imaginás que con ese calor llegó un momento en que había mucha menos gente en la calle, se prendió a la limonada y se bajó media jarra de un saque.

Pero resulta que no era limonada, boludo, no era limonada. Era vino blanco, vino blanco era.
La vieja le había zampado en la jarra un par de botellas de vino blanco, le había metido hielo a rolete y se lo había dejado ahí, con las mejores intenciones.

El Gordo, con la desesperación, con el calor que tenía en el cuerpo, recién se dio cuenta cuando ya se había mandado más de catorce litros sin respirar, de un saque. Y aparte, seamos sinceros, cuando ya se dio cuenta no pudo parar, no pudo parar. Te estoy hablando de un muchacho de 120 kilos después de estar moviéndose casi tres horas a pleno sol con 4000 grados de temperatura. No pudo parar. Se mandó todo el vino blanco. Fondo blanco.

Bueno, te imaginarás... te imaginarás el pedo tísico que se levantó ese muchacho. Una curda inmediata y espantosa, demencial. Una curda como para trescientas personas.

Casi no había desayunado, estaba sin almorzar, para colmo, el Gordo no era un tipo que tomara mucho alcohol, al menos que yo recuerde. Un poco de vino con la cena, nada más. Alguna copita de sidra. O a veces, en los bailes, alguno de esos tragos maricones como el gin tonic, pero con mucha más agua tónica que otra cosa.

¡El pedo que se agarró ese muchacho, Dios querido, el pedo que se agarró!
No te digo que empezó a cantar boludeces, ni a caminar torcido, ni a vomitar contra las paredes, ni nada de eso. Pero entró a regalar todo lo que tenía a su alcance, se le dio por la beneficencia, le dio un ataque de comunismo acelerado. Primero terminó en cinco minutos con la existencia de caramelos y chocolatines que eran para toda la tarde...
¡Y después empezó a regalar los electrodomésticos! Empezó regalándole una tostadora eléctrica a un pendejo. Después le regaló un ventilador a la madre de otro de los pibes, después siguió con multiprocesadoras, veladores, hornos a microondas, etcétera...
Llamaba a la gente a los gritos, entraba al negocio y les daba algo, repartía, entregaba todo.

Y el empleado que se rascaba las bolas adentro del negocio ni se dio cuenta, debía estar en el fondo, en una oficinita que estaba detrás, arreglando papeles o apolillando una siesta mientras esperaba la hora en que el patrón llegaba.

Lo cierto es que, te imaginás, a los quince minutos en la puerta del negocio había un mundo de gente que venía de todas partes alertada por los otros que ya habían ligado algo de arribeño, por la mamúa del Gordo.

La gente pensaba que era una promoción del negocio o, en todo caso, se hacía la turra, cazaba los artefactos, se los llevaba y a otra cosa mariposa, si te he visto no me acuerdo, andá a cantarle a Gardel.

En eso aparece el dueño del boliche, un pelado con cara de amargo que llegó en su auto, un coche nuevo.

Y cuando el tipo se dio cuenta de lo que estaba pasando se puso loco, lógicamente se puso loco. Entró a gritar, a arrebatarles las cosas a la gente, a recuperar licuadoras, televisores portátiles, radios que la gente se llevaba.

Ante el despelote se despertó el empleado de adentro y salió cagando aceite a ayudarlo al pelado. Había tironeos, forcejeos, agarrones, hasta voló algún puñete. Y en eso llegó la cana, un patrullero que andaba de ronda.

En el despelote, cuando medio se enteró de cómo había venido la mano por lo que contaban los que se piraban con las licuadoras y todo eso, que gritaban que Papá Noel se las regalaba, el pelado les indicó a los policías que lo metieran en cana al Gordo, responsable de todo ese quilombo.

Y bien dice el Martín Fierro que no hay nada como el peligro para refrescar a un mamado. Ahí el Gordo se despejó, se dio cuenta, volvió a la realidad, se esclareció el Gordo.

Además, ya había vuelto a transpirar como un litro del vino blanco, me imagino, se había aliviado un poco de la tranca, y comprendió la cagada que se había mandado.

Pero te conté que es un tipo manso, un tipo tranquilo que no se iba a poner a resistirse o a echarle la culpa a nadie. Supo que tenía la culpa, y entonces, todavía medio tambaleante, bajó la sabiola, se fue para adentro del negocio para cambiarse la ropa en el baño y meterse, derechito viejo, solito, adentro del patrullero.

Afuera seguía el desbole entre el pelado, su empleado, la gente y los canas que ahora también se habían unido a la tarea de recuperar todo lo que había regalado el Gordo.
El Gordo se fue al baño, se mojó la cara, cosa que terminó de despejarlo, se sacó esas pilchas de mierda de Papá Noel, se puso la ropa que había llevado en un bolsito y salió de nuevo a la calle.

Cuando salía para la calle –el negocio es bastante largo- lo ve venir al dueño con uno de los canas, desencajado el pelado, a las puteadas, buscándolo. Claro, lo ve al Gordo, sin el traje colorado, de camisita celeste y pantalones vaqueros, un bolso en la mano, el pelo negro achatado por el agua de la canilla, y no lo reconoce.

No lo reconoce porque tampoco era él quien lo había contratado sino la conchuda de su esposa. “¿Adónde está? ¿Adónde está?” me contaba el Gordo que preguntaba el pelado, que venía a los pedos con el policía. Y el Gordo pensó que se refería al traje de Papá Noel que se había sacado.

Yo no sé si el Gordo lo entendió así, seguía en curda o se hizo bien el boludo, la cosa es que señaló hacia el baño y el pelado y el policía se mandaron para allí. Cuando el Gordo salió a la calle todavía había un amontonamiento de gente y el otro empleado discutía con medio mundo reclamando facturas o recibos de compra.

Nadie lo reconoció entonces al Gordo, sin el disfraz. Incluso de última, el otro policía del patrullero que se había quedado afuera, lo encara al Gordo cuando el Gordo ya se piraba y el Gordo piensa: “Cagamos”.

Y el cana le pregunta “¿Ese bolso es suyo?”. El Gordo me contó que él le iba a decir la verdad, que sí, que era suyo.

Pero tuvo miedo de que el cana le hiciera más preguntas, o que se lo hiciera abrir y le dijo: “No, lo vengo a devolver”. Y se lo entregó, un bolso de mierda que después de todo a él no le servía para un carajo.

El Gordo se piró haciéndose el pelotudo, temeroso todavía de que alguien lo reconociese y lo mandara en cana cuando ya estaba a una cuadra.

Casi termina preso, el Gordo, mirá vos. Zafó porque la vieja que lo contrató tampoco sabía ni cómo se llamaba ni adónde vivía. Era un contrato basura, pero realmente basura el del pobre Gordo. Pero casi termina engayolado. Por tener que disfrazarse de Papá Noel con esos vestidos de invierno, podés creer.

Que los argentinos nos tengamos que vestir con ropa de abrigo en pleno verano porque a los yankis se les ocurrió que Santa Claus vende más que el Niñito Dios.

Eso le decía yo al Gordo, después, en el club. “El año que viene ofrecete para algún pesebre, Gordo. Por lo menos de Niño Dios te ponen en bolas en una cunita y te cagás de risa porque estás fresco.” Eso le decía yo, para joderlo.

“De lo único que puedo hacer yo en un pesebre viviente es de vaca, Zurdo –me decía el Gordo- De vaca”.

Pero por lo menos es un animal conocido, ¿no es cierto? Un bicho familiar al paisaje, el rumiante emblemático de la pampa húmeda, base de la riqueza de nuestro país. Algo nuestro... ¡Qué me vienen con que a los chicos les gusta Papá Noel, el trineo y los alces esos! Si mis pibes me vienen a pedir un alce de ésos les pongo tal voleo en el orto que aterrizan más allá de la Circunvalación del voleo que les pego, tenelo por seguro.

Ya bastante que el otro día les compré un conejo, un conejo de verdad, que es terriblemente pelotudo y lo único que hace es comer lechuga y cagarnos todo el patio. Y si me insisten con esas pelotudeces inventadas por los yankis que se vayan a vivir a Cincinnati, pendejos colonizados de mierda. Que a mí no me dicen el Zurdo al pedo, me lo dicen por tener una formación doctrinaria...

¡Pobre Gordo! Estuvo a punto de convertirse en una nueva víctima del capitalismo salvaje.


Es TAL CUAL.

Te extrañamos, Negro querido.

11 diciembre 2010

Los Simuladores



"Sos extremadamente cursi, Medina."



JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJ, ¡SON LO MÁS!

De lo mejor que ha tenido la Televisión Argentina, sin duda.

10 diciembre 2010

Dálivas

Hay diferentes tipos de dálivas en La historia de Lisey. Dálivas "buenas" y Dálivas "sangrientas".

Una dáliva buena es un juego, similar a la búsqueda del tesoro. Mediante diversas pistas -estaciones de la dáliva- se llega a un premio oculto [...]

Pero también están las dálivas sangrientas que sirven para quitarse El Mal Rollo* de encima. En estas, el afectado se produce cortes, desde ligeros hasta llegar a la automutilación. Cuando automutilarse no es suficiente, se le realizan cortes a otras personas [...]


*Es maldad pura. Con frecuencia se apodera de las personas por breves lapsos, que desaparece al producirse cortes. No obstante, el mal rollo puede llegar a ser tan potente como para terminar con todo lo humano en una persona y convertirla en un monstruo.



La creatividad absolutamente intensa de Stephen King me conmueve de una manera ÚNICA.

09 diciembre 2010

Leslie Nielsen nos dejó... riendo

(Es un título que leí en internet, y me pareció perfecto)

No podía dejar de hacerle un homenaje a este GENIO.


Cuando me enteré que Leslie Nielsen había muerto, sentí muchísima pena, y una enorme nostalgia.

Siendo hija de un hombre apasionado del cine y de una mujer que lo sabe prácticamente todo acerca del Séptimo Arte, crecí rodeada por los cuadros más fantásticos de ese mundo, oyendo las más increíbles bandas sonoras, y viendo todo tipo de películas.

Entre ellas, en mis recuerdos ocupa un lugar especial las protagonizadas por nuestro queridísimo Leslie. ¡Cómo olvidar "La pistola desnuda"! Una de las comedias más brillantes. Cada vez que las pasaban por la tele, cualquiera de las tres, me quedaba mirándolas, sin excepción, junto con el resto de mi familia. ¡Qué manera de reírme con Frank Drebin! En mi memoria quedó firmemente grabada la escena en que Priscila Presley se las ingenia para sacar una tercera mano y darle una cachetada a Frank, o la parodia de la escena de la película "Ghost" con las vasijas de barro. Me acuerdo ahora y me muero de risa.


¡Y cuando pasaban en Retro "¿Y dónde está el piloto?", la parodia del cine catástrofe de los años 70! ¡Mr. Magoo! ¡O "Drácula, muerto pero feliz" de Mel Brooks!

Además, siempre me interesó escuchar su biografía. En una época, pasaban muy seguido un documental que narraba su vida, y contaban cómo había tenido una infancia difícil a causa de su padre violento, a quien siempre intentaba hacer reír, a pesar de las terribles circunstancias. Al final, él decía unas palabras que ahora no puedo recordar bien, pero que lograban reconfortarte de una manera especial, teniendo en cuenta todo por lo que había pasado, y cómo con su buena predisposición, su perseverancia y su humor incansable, había llegado a los corazones del público, logrando que rieran como él deseaba que lo hiciera alguna vez su padre.

Un genio del humor absurdo, Leslie Nielsen sin duda ha marcado con fuerza parte de mi vida cinéfila de la infancia. ¡Gracias por eso! Como parte de sus fans, yo también voy a extrañarlo. Y mucho.



“Es un tipo verdaderamente loco en la vida real, que se moría por gastarnos bromas dentro y fuera del plató. De hecho, no nos podíamos mirar a los ojos, porque rompíamos en carcajadas. Me pasé todo el rodaje mirándole la oreja y él a mí la barbilla. Cuando descubrió mi truco, se puso unos pendientes enormes tipo Carmen Miranda."

Mel Brooks sobre Leslie Nielsen.

08 diciembre 2010

06 diciembre 2010

Sed

Ayer soñé que tenía mucha sed, y aunque tomaba litros y litros de agua, no la saciaba.

Incluso en el mismo sueño me sentí como Dumbledore cuando está en la cueva, en medio del lago negro lleno de inferi, buscando con Harry el relicario.

Fue horrible.

Harry Potter and the Deathly Hallows

No podía dejar de hacer un comentario acerca de esta IMPRESIONANTE película.
Realmente, se pasaron.


NO PUEDO ESPERAR A VER LA SEGUNDA PARTE. 3D

Pero tampoco quiero que se termine :(
Ya se terminaron los libros. Y dentro de poco se terminan las películas.

Mieeeeeeeeeerdaaa que pasa el tiempo.

Harry Potter es increíble.
No sólo la historia, la complejidad de los personajes, lo enigmático e inteligente de la trama, la brillante imaginación de Rowling (y eso es más que suficiente)...

Va más allá de esa genialidad literaria.

El hecho de haber crecido leyendo esos libros y disfrutando esas películas, no se compara con nada.

NADA.

02 diciembre 2010

WikiLeaks

Cargama

El otro día Assange era buscado por una violación. Hoy ya publicaron que son dos violaciones y el redactor de la nota lo acaba de hacer sospechoso de abuso de menores. Si sigue así la semana próxima va a ser el culpable de la crisis mundial y de tirar abajo las torres gemelas.


En medio del tema de la filtración Cable Gate, este comentario que leí en uno de los artículos de La Nación me hizo cagar de risa.

Delfi.




¡¡¡FELIZ CUMPLE!!!
Te quiero y aprecio mucho.


"¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar como contigo mismo?"
Marco Tulio Cicerón.

01 diciembre 2010

Qué ironía.

Acabo de darme cuenta que, con el tiempo, me he vuelto no sólo más paciente, sino también más intolerante. ¿Cómo es eso posible?