No lo puedo creer. Acabo de terminar lo que fue mi adicción de este verano: la saga CREPÚSCULO. Qué feliz estoy de haberla hecho durar lo suficiente para abarcar los dos principales meses de las vacaciones (bueno, los dos principales meses de mis vacaciones): enero y febrero; pues, fue durante su transcurso donde terminé de relajarme de forma completa. Nada de horarios que respetar, nada de trabajos que hacer, nada de nada. NADA. Sólo tiempo para mí y para las cosas que quise hacer. Nada más.
Y bueno, estos libros resultaron ser una gran compañía para mí. Simplemente los adoré. No por tratarse de grandes obras de la literatura, sino por permitirme escapar de la realidad para sumirme de lleno en su mundo de fantasía; por permitirme soñar; y, sobre todas las cosas, por tratarse de una fuente inagotable de inspiración. Inspiración para mí.
Generalmente, me entristece muchísimo terminar de leer una saga. Se trata, sin duda, del cariño que le tomo a los personajes y a sus propias historias. Pero, esta vez, a diferencia de otras, no me siento triste. Nostálgica, sí, puede ser, pero no triste. En ocasiones anteriores, llegué a sentirme ausente, con los pies en el aire y no en el suelo, con la mente vagando más allá de la realidad... Y es que más de siete años leyendo Harry Potter, esperando con ansia que se publicara el siguiente libro, se volvió parte de mi vida, y cuando eso terminó, fue un golpe duro. ¡ZAZ! A la realidad nuevamente. Ningún octavo libro que esperar. Ninguna "posible" próxima historia que suponer. NADA. Sólo aquel vacío, y solamente aquella vaga sensación de falso bienestar al pensar: "Bueno, siempre se puede volver a leer todo otra vez, intentar olvidar los finales, las conexiones, los detalles que parecían menores y no resultaron serlo... en fin, intentar olvidarlo todo, y empezar como si fuera la primera vez". Y eso que el final de Harry Potter deja un pie para que los lectores puedan retomar los libros una y otra vez, pues no es devastador, sino todo lo contrario (aunque, como dije antes, no impide sentir esa sensación de vacío). No, el que resulta devastador (y probablemente sea así por tratarse del mejor de los finales, sin ninguna duda) es El Señor de los Anillos. Todo parece tan difícil, tan arriesgado, tan imposible... Y, sin embargo, se triunfa, ¡y qué manera de triunfar! Pero no, su historia no se lleva a cabo por personajes insensibles, ni mucho menos... Son tan irreales (elfos, enanos, ents... ¡hasta los hombres!), pero a la vez son tan reales. Su misión los deja a todos con sensaciones incurables (sobre todo en lo que respecta a Frodo)... No es un libro con un final "vivieron felices para siempre", aunque sí apunta a ello. Pero eso es lo que lo hace tan real: las marcas del pasado no se borran con facilidad, sino que permanecen, y hasta prevalencen sobre las otras. Creo que eso hace que el final sea ÚNICO: que se triunfe, pero se lamente por siempre las pérdidas. Que no sea enteramente "feliz", sino "real". Y considero que también es esa característica la que hace a esta saga tan particular, tan emocionante al empezarla, tan adorada al leerla, y tan devastadora al terminarla. La nostalgia cuando se la termina, ya sea por primera vez, segunda, o décima quinta, siempre es la misma. Es idiota, pero no hay vez que no tenga la sensación de que Frodo no se va a marchar al mar para siempre... La misma sensación que me rodea cuando veo la tercera película de STAR WARS y espero prácticamente convencida que Anakin no se vuelva al Lado Oscuro.
Pero no es de todo eso de lo que quiero hablar, sino de lo que sentí hace apenas unos pocos instantes tras terminar de leer "Amanecer". No fue un final sorprendente ni inesperado, sino más bien predecible. Pero aún así, y contra todas mis iniciales expectativas, este tipo de final me dejó satisfecha. Los libros de por sí lo hicieron, pero temía encontrarme con un tonto final feliz que arruinara todas aquellas partes asombrosas que los conforman, aquellas situaciones no esperadas, aquellos comentarios y pensamientos únicos y propios de dichos libros. Pues no, no fue así. ¿Será porque un verdadero final feliz era lo que yo esperaba? Suelo tildar de "ingenuos" o "demasiado inocentes" a estos tipos de finales. Pero, a la larga, con estos libros, fui dándome cuenta cuenta que tras tantas complicaciones, tras tantos disgustos, tras tanto dolor o incluso tras tanta alegría, eso era todo lo que quería leer: un final feliz. Y eso es lo que da "Amanecer" a esta apreciada saga. Y bien merecido.
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