05 marzo 2010

abstracción

Siempre consideré que el término "abstracción" tiene un significado muy grande. Más allá de las posibles definiciones o de su origen histórico, el sólo hecho de intentar abstraerse, es decir, prescindir o hacer caso omiso de algo, se transforma en una verdadera lucha de control mental dónde únicamente aquel que pueda considerar de forma completa lo que se tiene en el pensamiento, logrará apartarse de los objetos sensibles, desatendiéndolos.

Hace ya algún tiempo (y en vista a ciertas situaciones que tuve que atravesar), me di cuenta que, a diferencia de quienes se dispersan o distraen fácilmente, tengo la facultad de internarme en lo más profundo de mi cabeza, a tal punto que dejo de lado automáticamente de mi visión la realidad en la que me encuentro. Digo "facultad", porque considero que se trata más de una capacidad (si la entendemos como algo innato) y no tanto de una habilidad (si nos referimos a adquirir algo con experiencia). Es verdaderamente curioso observar cuánto resulta uno capaz de encerrarse dentro de sí... como si se tratara de un límite que se intenta traspasar. ¿Por qué límite? Pues porque el verdadero desafío radica en no 'eliminar' por completo esa realidad, sino en mantenerla allí, al margen, haciéndola coexistir con todo lo otro: ideas, proyecciones, sueños, deseos... en una palabra, PENSAMIENTOS; al fin y al cabo, uno no puede dejar de vivir.

Pero, de alguna manera, esa existencia se vuelve más placentera y, principalmente, más llevadera, cuando se encuentra respaldada por todo lo otro...
Como si los pies no estuvieran precisamente en la tierra, sino un poco elevados, flotando...

Es extraño tener la certeza de que, en comparación a la realidad, la abstracción va a la vanguardia, y no a la retaguardia.

En definitiva, todo se reduce a una sola cosa: no dejar que aquella parte de la mente conectada a la realidad, te atrape.

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